domingo, 28 de marzo de 2010

Fecha entrañable del Carmelo Teresiano.


El día 28 de marzo es una de esas fechas entrañables que recuerda el Carmelo Teresiano con especial cariño. Recordamos el nacimiento de Teresa de Ahumada, Santa Teresa de Jesús, fundadora y reformadora de la familia del Carmelo. Era miércoles aquel 28 de marzo de 1515 y como único testigo el frío del amanecer abulense a... las cinco de la mañana. A los pocos días, el 4 de abril -mientras repicaban las camapanas del recien inugurado monasterio de la Encarnación-, Teresa recibía las aguas del Bautismo en la iglesia parroquial de San Juan Bautista. Eran los primeros momentos de una mujer decisiva en la historia de la Iglesia.

viernes, 26 de marzo de 2010

La Pasión de Cristo.

Hoy, viernes de dolores, antecede al Domingo de Ramos. Este domingo 28 de marzo de 2010 se lee en el Evangelio la Pasión del Señor. En el portal del sitio web de la Madre María Teresa puedes leer o escuchar un relato de la Pasión que puede hacerte descubrir detalles inadvertidos del mismo. Viernes de dolores es día propicio para reflexionar.

Para oir el relato, da clic en el enlace: "Relato de la Pasión"

viernes, 5 de febrero de 2010

Beata Ana de San Bartolomé.

El 1 de octubre de 1549 nace en el pueblo la Beata Ana de San Bartolomé, monja de la orden carmelita y que acabo siendo la secretaria de Santa Teresa. La madre de la Nati me dijo que habían enviado firmas para que la hiciesen santa pero no han tenido respuesta del Vaticano. Era esta leguita la beata Ana de San Bartolomé, enfermera ya veces secretaria de la Santa a partir de la nochebuena de 1577, en que ésta se lesionó el brazo izquierdo. Las otras cuatros fueron: Inés de Jesús (Tapia, prima de la Madre), Catalina del Espíritu Santo, María de San Bernardo y Juana de San Francisco. Al ir de Soria a Ávila, ya muy enferma fue convocada a Alba por la duquesa, aquí Teresa de Ávila expiró el día de San Francisco de Asís, en torno a las nueve de la tarde del jueves 4 de octubre de 1582 (15 de octubre en el nuevo calendario gregoriano que se iba cambiando en esa época) entre los brazos de la beata Ana de San Bartolomé.

En 1601, leyendo las obras de Santa Teresa, se sintió inspirada para introducir en Francia la reforma de esta gran carmelita y así inició su fundación y consiguió el auto realización real y la bula pontificia para construir el primer monasterio. Después de muchas dificultades, llegaron por fin de España seis carmelitas descalzas y entre éstas la sierva de Dios Ana de Jesús y la Beata Ana de San Bartolomé, iniciando en París la vida regular. El Papa Clemente VIII firma un decreto permitiendo la entrada de las hermanas a Francia. Un ideal conseguido. En 1604 llegaron a París las primeras hermanas Carmelitas. Iban dirigidas por dos religiosas que después serían beatas: la beata Ana de Jesús y la Madre Ana de San Bartolomé. Poco después las tres hijas de la señora Acarí se hicieron monjas carmelitas y luego lo será ella también. Ana de San Bartolomé ha regresado a Ávila cuatro siglos después de que la compañera, enfermera y secretaria de Santa Teresa de Jesús abandonara definitivamente España para fundar por Francia y otros lugares europeos, hasta morir en Amberes en 1622. Al monasterio de la Encarnación, desde la ciudad flamenca llegaba por vez primera una reliquia de la beata Ana de San Bartolomé, ya que su espíritu nunca abandonó la ciudad amurallada, ni dejó de estar presente en Ávila. Murió la Beata Ana de San Bartolomé el 7 de junio de 1626, precisamente el día de la Santísima Trinidad, cuya presencia sintió de manera especial en su alma durante los últimos años de su vida.

De ella decía Santa Teresa la famosa frase: Ana, Ana tú eres la santa, yo tengo la fama. Ana de San Bartolomé fue beatificada en 1917 y aún se espera su canonización. Sus escritos, inéditos hasta hace pocos años, complementan extraordinariamente las obras de Santa Teresa, ya que la Beata relata las vicisitudes de los últimos años de la vida de la Santa, su muerte, y el discurrir de la expansión del Carmelo Teresiano en Francia y Flandes. A los autores del anterior trabajo discográfico, publicado en 2003, 'Coloquio de amor', subtitulado 'Recital de poemas cantados de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y la Beata Ana de San Bartolomé sobre música popular española del siglo XVI', ahora se añaden otros. Además de poemas de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y la Beata Ana de San Bartolomé, 'Del corazón enamorado' incluye "versos de otras dos insignes carmelitas.

martes, 2 de febrero de 2010

Santa Teresa de Jesús de los Andes.

Juanita Fernández Solar es la primera chilena y la primera Carmelita americana que ha alcanzado el honor de los altares. Nació en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900, en el seno de una familia acomodada muy cristiana. Sus padres fueron Miguel Fernández y Lucía Solar. Desde sus 6 años, asistía con su madre casi a diario a la santa misa y suspiraba por la Comunión, que recibió por primera vez el 11 de septiembre de 1910. También desde su niñez vivió una intensa vida mariana que fue uno de los cimientos fuertes de su vida espiritual. El conocimiento y amor de la Madre de Dios vivificó y sostuvo todos los momentos de su camino en el seguimiento de Cristo. Hizo sus estudios en el colegio del Sagrado Corazón (1907 - 1918). Profundamente afectiva, se creía incapaz de vivir separada de los suyos. Sin embargo, asumió generosamente la prueba de estudiar en régimen de internado los tres últimos cursos, como entrenamiento para la separación definitiva, que consumaría el 7 de mayo de 1919, ingresando en las Carmelitas Descalzas de Los Andes. A los 14 años el Señor le habló diciéndole que quería su corazón sólo para Él, dándole también la vocación al Carmelo. Dentro de su preparación está la lectura de santos carmelitas y la correspondencia con la Priora de Los Andes. A los 17 años expone su ideal carmelita "sufrir y orar" y con ardor defiende su vida contemplativa, que el mundo "tacha de inútil". Le ilusiona saber que su sacrificio servirá para mejorar y purificar al mundo.

Como Carmelita se llamó Teresa de Jesús, no alcanzando a vivir ni un año entero en el convento. Murió el 12 de abril de 1920. Las religiosas aseguraban que había entrado ya santa. De modo que, en tan corto tiempo, pudo consumar la carrera a la santidad que había iniciado muy en serio mucho antes de su primera comunión. "Cristo, ese loco de amor, me ha vuelto loca", decía. Y su ilusión y su constante empeño fue asemejarse a El, configurarse con Cristo. Por eso, deseando llegar a ser una excelente copia suya, vivió decidida a ir hasta el fin del mundo atravesando el fuego si hubiera sido preciso para serle fiel. Estaba siempre dispuesta a servir y a sacrificarse por los demás, sobre todo por alegría y felicidad, para hacer amable y atractiva la virtud. Su vida fue enteramente normal y equilibrada. Alcanzó una envidiable madurez integrando en la más armoniosa síntesis lo divino y lo humano: oración, estudios, deberes hogareños y deporte, al que era aficionadísima, destacando en la natación y en la equitación. Como joven bellísima, simpática, deportista, alegre, equilibrada, servicial y responsable, Teresa de Los Andes está en inmejorables condiciones para arrastrar a la juventud en pos de Cristo, y para recordarnos a todos que es preciso cumplir el programa evangélico del amor para realizarnos como personas.

Por su intercesión está derramando el Señor una copiosa lluvia de gracias y favores de toda especie y atrayendo hacia Sí a innumerables hijos pródigos. Su santuario, visitado por más de cien mil peregrinos cada mes, se ha convertido en el centro espiritual de Chile. Así Teresa de Los Andes viene cumpliendo la misión que ya le fuera reconocida poco después de su muerte: despertar hambre y sed de Dios en nuestro mundo materializado.

Beatificada por Juan Pablo II en Santiago de Chile el 3 de abril de 1987, ha sido solemnemente canonizada por el mismo Sumo Pontífice en Roma el 21 de marzo de 1993.

jueves, 28 de enero de 2010

Elevación a la Santísima Trinidad.

“Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayúdame a olvidarme totalmente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquilo, como si ya mi alma estuviera en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, oh mi inmutable, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio. Pacifica mi alma, haz de ella tu cielo, tu morada de amor y el lugar de tu descanso. Que en ella nunca te deje solo, sino que esté ahí con todo mi ser, todo despierto en fe, todo adorante, totalmente entregado a tu acción creadora. Oh mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser, en mi alma, una esposa para tu Corazón, quisiera cubrirte de gloria, quisiera amarte..., hasta morir de amor. Pero siento mi impotencia: te pido ser revestido de Ti mismo, identificar mi alma con cada movimiento de la Tuya, sumergirme en Ti, ser invadido por Ti, ser sustituido por Ti, para que mi vida no sea sino irradiación de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador. Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero volverme totalmente dócil, para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas mis impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz. Oh Astro mío querido, fascíname, para que ya no pueda salir de tu esplendor. Oh Fuego abrazador, Espíritu de amor, desciende sobre mí, para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo: que yo sea para Él como una prolongación de su Humanidad Sacratísima en la que renueve todo su Misterio. Y Tú, oh Padre, inclínate sobre esta pobre criatura tuya, cúbrela con tu sombra, no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien tienes todas tus complacencias. Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo, me entrego a Vos como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, hasta que vaya a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas”

Beata Isabel de la Trinidad

martes, 26 de enero de 2010

Beata Isabel de la Trinidad.

María Isabel Catez es la Beata Isabel de la Trinidad, nació en Bourges, Francia, el 18 de Julio de 1880. No había cumplido aún 14 años, cuando escogió a Cristo por único Esposo. Ya desde niña tenía una gran piedad. Estudió piano y obtuvo muchos premios, y tuvo varias oportunidades para casarse, pero más tarde escribirá: "Mientras bailaba como las demás y tocaba piano, mi corazón estaba entero en el Carmelo que me llamaba". A la edad de 21 años Isabel tomó los hábitos del Carmelo en 1901. Sufrió una enfermedad dolorosa y terrible. El 9 de Noviembre de 1906 se cumplió su deseo: "Jesús, mi alma te busca, quiero ser pronto tu esposa. Contigo quiero sufrir, y para encontrarte quiero morir". El Papa Juan Pablo II la beatificó el 25 de Noviembre de 1984.

Pensamientos de Sor Isabel de la Trinidad.

Vivamos con Dios como con un amigo, tengamos una fe viva para estar en todo unidos a Dios (H, 576). Dios en mí, yo en Él, he ahí mi vida... ¡Oh Jesús, haz que nada pueda distraerme de ti, ni las preocupaciones, ni las alegrías, ni los sufrimientos, que mi vida sea una oración continua (T, 10). El Amor habita en nosotros, por ello mi vida es la amistad con los Huéspedes que habitan en mi alma, éstos son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (T, 10). Que mi vida sea una alabanza de gloria para las tres divinas Personas (cfr. T, 11). Anhelo llegar al cielo, no solamente pura como ángel, sino transformada en Jesucristo crucificado (T, 12). La adoración es un silencio profundo y solemne en que se abisma el que adora, confesando el todo del Dios Uno y Trino, y la pequeñez de la creatura (cfr. T, 26). Nuestra adoración debe unirse a la otra adoración más perfecta: la adoración de Jesucristo, quien adora a Dios Padre en el Espíritu Santo, quien se ofrece como hostia viva (cfr. T, 27). Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí misma para vivir en ti (cfr. T, 28). Te adoro Padre fecundo, te adoro Hijo que nos ayudas a ser hijos del Padre, te adoro Santo Espíritu que sales del Padre y del Hijo (cfr. T, 52). Morir a mí misma en cada instante, para vivir plenamente en Cristo (cfr. T, 68-69). ¡Oh Dios mío, apacigua mi espíritu, apacigua mis sentidos exteriores (cfr. T, 72). Mi alma se alegra en Dios, de Él espero mi liberación (cfr. T, 79). Quiero ser una morada de Dios buscando que mi corazón viva en la Trinidad... Un alma en estado de gracia es una casa de Dios, en donde habita Dios mismo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (cfr. T, 80). Oh Trinidad amada tú habitas en mi alma, y yo lo he ignorado (cfr. T, 83). Todo pasa. En la tarde la vida, sólo el amor permanece... Es necesario hacerlo todo por amor. Es necesario olvidarse de uno para vivir en Dios (cfr. T, 126). El Señor está en mí y yo en Él, mi vida en el tiempo no es otra que amarle y dejarme amar; despertar en el Amor, moverme en el Amor, dormirme en el Amor (cfr. T, 126). El Señor nos invita a permanecer en Él, orar en Él, adorar en Él, amar en Él, trabajar en Él, vivir en Él (cfr. T, 137). No debemos detenernos ante la cruz, sino acogerla con fe y descubrir que es el medio que nos acerca al Amor divino (cfr. T, 206). He encontrado el cielo en la tierra, porque el cielo es Dios, y Dios está en mi alma (cfr. T, 206).

jueves, 14 de enero de 2010

Santa Benedicta de la Cruz (Edith Stein).

Carmelita, sabia, mártir y santa. Edith Stein era el nombre de la niña judía. Convertida al cristianismo e incorporada al Carmelo, se llamó Teresa Benedicta. Nació en Breslavia en 1891, de padres judíos de fe profunda. Cursó humanidades y Filosofía en Breslavia. Después se trasladó a Gottinga, donde compartió estudios con varios filósofos de relieve y se hizo discípula de Husserl, cuya filosofía le encantaba. A partir de 1917, por conversaciones y lecturas espirituales fue percibiendo la grandeza del misterio de Cristo, y en 1922 recibió el bautismo. Ejerció la docencia durante unos diez años y, al mismo tiempo, se fue compenetrando con la espiritualidad carmelitana de Santa Teresa y con la espiritualidad benedictina. En 1934 recibió el hábito del Carmen. Entregada a Dios totalmente, en medio de las persecuciones que padecían los judíos, se fue ofreciendo a sí misma como víctima de expiación. Moría con los que morían, sufría con cuantos sufrían, y por todos oraba ante el Señor. En 1942 fue arrestada por la Gestapo y llevada con otra hermana suya a los campos de concentración de Auschwitz, donde fue asesinada. ¡Qué horrores comete la humanidad obcecada! De Edith Stein, Teresa Benedicta, nos han quedado páginas extraordinarias de vida, de pensamiento, de amor, de entrega. Canonizada por Juan Pablo II en 1988, fue proclamada co-patrona de Europa con santa Brígida y santa Catalina de Siena.

ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, por tu gracia, nuestra hermana en la historia y en la fe, Teresa Benedicta, abrazó en un solo haz las riquezas del saber humano, de la sabiduría de la fe, de la experiencia del sufrimiento, del camino de la cruz y martirio; concédenos ser imitadores suyos en el servicio a la verdad en la caridad y en el sacrificio. Amén.

lunes, 4 de enero de 2010

Santa Teresita del niño Jesús.

Carmelita Descalza, Doctora de la Iglesia, Patrona Universal de las Misiones. María Francisca Teresa nació el 2 de Enero de 1873 en la ciudad de Alenson, Francia. Hija de Luis Martín, quién era relojero, y de Celia Guerín, quien era costurera. Tuvo una infancia feliz y ordinaria, llena de buenos ejemplos. Teresita era viva e impresionable, pero no particularmente devota. En 1877, cuando Teresita tenía cuatro años, murió su madre. Su padre vendió su relojería y se fue a vivir a Lisieux donde sus hijas estarían bajo el cuidado de su tía, la Sra. Guerin, que era una mujer excelente. Las hermanas de Teresita eran Paulina, María, Leonia y Celina. La que dirigía la casa era María y Paulina que era la mayor se encargaba de la educación religiosa de sus hermanas. Pero de todas ellas, Celina era su hermana preferida, con solo tres años de diferencia se entienden muy bien. Cuando Teresita tenía 9 años, Paulina ingresó al convento de las carmelitas. Desde entonces, Teresita se sintió inclinada a seguirla por ese camino. Era una niña afable y sensible y la religión ocupaba una parte muy importante de su vida. Cuando Teresita tenía catorce años, su hermana María se fue al convento de las carmelitas igual que Paulina. La Navidad de ese año, tuvo la experiencia que ella llamó su “conversión”. Dice ella que apenas a una hora de nacido el Niño Jesús, inundó la oscuridad de su alma con ríos de luz. Decía que Dios se había hecho débil y pequeño por amor a ella para hacerla fuerte y valiente. Al año siguiente, Teresita le pidió permiso a su padre para entrar al convento de las carmelitas y él dijo que sí. Las monjas del convento y el obispo de Bayeux opinaron que era muy joven y que debía esperar. Algunos meses más tarde fueron a Roma en una peregrinación por el jubileo sacerdotal del Papa León XIII. Al arrodillarse frente al Papa para recibir su bendición, rompió el silencio y le pidió si podía entrar en el convento a los quince años. El Papa quedó impresionado por su aspecto y modales y le dijo que si era la voluntad de Dios así sería. Teresita rezó mucho en todos los santuarios de la peregrinación y con el apoyo del Papa, logró entrar en el Carmelo en Abril de 1888. Al entrar al convento, la maestra de novicias dijo; “Desde su entrada en la orden, su porte tenía una dignidad poco común de su edad, que sorprendió a todas las religiosas.” Profesó como religiosa el 8 de Septiembre de 1890. Su deseo era llegar a la cumbre del monte del amor.

Teresita cumplió con las reglas y deberes de los carmelitas. Oraba con un inmenso fervor por los sacerdotes y los misioneros. Debido a esto, fue nombrada después de su muerte, con el título de patrona de las misiones, aunque nunca había salido de su convento. Se sometió a todas las austeridades de la orden, menos al ayuno, ya que era delicada de salud y sus superiores se lo impidieron. Entre las penitencias corporales, la más dura para ella era el frío del invierno en el convento. Pero ella decía “Quería Jesús concederme el martirio del corazón o el martirio de la carne; preferiría que me concediera ambos.” Y un día pudo exclamar “He llegado a un punto en el que me es imposible sufrir, porque todo sufrimiento es dulce.” En 1893, a los veinte años, la hermana Teresa fue nombrada asistente de la maestra de novicias. Prácticamente ella era la maestra de novicias, aunque no tuviera el título. Con respecto a esta labor, decía ella que hacer el bien sin la ayuda de Dios era tan imposible como hacer que el sol brille a media noche. Su padre enfermó perdiendo el uso de la razón a causa de dos ataques de parálisis. Celina, su hermana, se encargó de cuidarlo. Fueron unos años difíciles para las hijas. Al morir el padre, Celina ingresó al convento con sus hermanas. En este mismo año, Teresita se enfermó de tuberculosis. Quería ir a una misión en Indochina pero su salud no se lo permitió. Sufrió mucho los últimos 18 meses de su vida. Fue un período de sufrimiento corporal y de pruebas espirituales. En junio de 1897 fue trasladada a la enfermería del convento de la que no volvió a salir. A partir de agosto ya no podía recibir la Comunión debido a su enfermedad y murió el 30 de Septiembre de ese año. Fue beatificada en 1923 y canonizada en 1925. Se le presenta como una monja carmelita con un crucifijo y rosas en los brazos. Ella decía que después de su muerte derramaría una lluvia de rosas. El culto a esta santa comenzó a crecer con rapidez. Los milagros hechos gracias a su intercesión atrajeron a atención de los cristianos del mundo entero.

El Papa Pío XI el 14 de diciembre de 1927 la proclamó, junto con San Francisco Javier, Patrona Universal de las Misiones y Juan Pablo II el 19 de noviembre de 1997 la declaró Doctora de la Iglesia. Escribió el libro “Historia de un alma” que es una autobiografía. Escribe frases preciosas como éstas en ese libro: “Para mí, orar consiste en elevar el corazón, en levantar los ojos al cielo, en manifestar mi gratitud y mi amor lo mismo en el gozo que en la prueba.”; “Te ruego que poses tus divinos ojos sobre un gran número de almas pequeñas.” Teresita se contaba a sí misma entre las almas pequeñas, decía “Yo soy un alma minúscula, que sólo puede ofrecer pequeñeces a nuestro Señor.”

¿Qué nos enseña Santa Teresita? Nos enseña un camino para llegar a Dios: la sencillez de alma. Hacer por amor a Dios nuestras labores de todos los días. Tener detalles de amor con los que nos rodean. Esta es la “grandeza” de Santa Teresita. Decía: “Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra.”El secreto es reconocer nuestra pequeñez ante Dios, nuestro Padre. Tener una actitud de niño al amar a Dios, es decir, amarlo con simplicidad, con confianza absoluta, con humildad sirviendo a los demás. Esto es a lo que ella llama su “caminito”. Es el camino de la infancia espiritual, un camino de confianza y entrega absoluta a Dios. Nos enseña a servir a los demás con amor y perfección viendo en ellos a Jesús. Toda su vida fue de servicio a los demás. Ser mejores cada día con los demás en los detalles de todos los días. Nos enseña a tener paciencia ante las dificultades de la vida. Su enfermedad requirió de mucha paciencia y aceptación. Sólo estando cerca de Dios el sufrimiento se hace dulce. Nos enseña a tener sentido del humor ante lo inevitable. Dicen que durante la meditación en el convento, una de las hermanas agitaba su rosario y esto irritaba a Santa Teresita. Decidió entonces en lugar de tratar de no oír nada, escuchar este ruido como si fuera una música preciosa. En nuestras vidas hay situaciones o acciones de los demás que nos molestan y que no podemos evitar. Debemos aprender a reírnos de éstas, a disfrutarlas por que nos dan la oportunidad de ofrecer algo a Dios. Nos enseña que podemos vivir nuestro cielo en la tierra haciendo el bien a los que nos rodean. Actuar con bondad siempre, buscando lo mejor para los demás. Esta es una manera de alcanzar el cielo. Nos enseña a ser sencillos como niños para llegar a Dios. Orar con confianza, con simplicidad. Sentirnos pequeños ante Dios nuestro Padre.

Oración: Virgen María y Santa Teresita, ayúdenme a tener más amor a Dios para servir mejor a los que me rodean.