lunes, 16 de noviembre de 2009

Elias y María.

Cuando tratamos de seguir a Jesucristo, nosotros los Carmelitas encontramos nuestra inspiración en la vida del Profeta Elías y de la Virgen María.

EL PROFETA ELIAS.

La memoria de Elías se guardó siempre viva de modo particular en el Monte Carmelo, donde se eligió seguir al Dios de Israel. Según el relato, Primer libro de los Reyes, capítulo 18, el sacrificio de Elías, consumado por el fuego que descendió del cielo, mostró al pueblo que Llame era el verdadero Dios. Elías estuvo disponible para la obra de Dios y enviado a proclamar su palabra. Emprendió un largo viaje por el desierto, un viaje que lo dejó exánime. Se cobijó bajo un árbol y pidió la muerte. Pero Dios no permitió su muerte, sino que lo impulsó a continuar su viaje hasta el monte Horeb. Cuando llegó, Dios se mostró a Elías, no en los consabidos signos del antiguo testamento: fuego, terremoto o del fuerte viento, sino en una ligera brisa. Elías fue enviada nuevamente a su pueblo para continuar cumpliendo la voluntad de Dios. De Elías, los Carmelitas aprenden a oír la voz de Dios en el silencio y en lo imprevisible. Intentan estar siempre disponibles a la Palabra de Dios para conformar la mente y el corazón de manera que el modo de vivir y trabajar sea profético y fiel a la memoria de nuestro Padre Elías.

LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARIA.

Los primeros ermitaños del Carmelo construyeron en medio de sus celdas una capilla. Fue el centro de sus vidas, en donde cada día se reunían para celebrar juntos la Santa Misa. Esta capilla se la dedicaron a la Bienaventurada Virgen María. Con este gesto el primer grupo de Carmelitas la escogió como Patrona, comprometiéndose a su fiel servicio y esperando de ella confiadamente su protección. Estaban orgullosos de llevar el título de "Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo" y defendieron este título con energía, cuando vieron amenazado el derecho a llevar este nombre. María acató la voluntad de Dios cuando se le pidió ser la Madre del Salvador. Ella meditó todos los acontecimientos de su vida y fue capaz de ver en ellos la mano de Dios en acción. María no se ensoberbeció por su especialísima vocación, sino alabó al Señor por haber mirado su humildad y haber hecho grandes cosas en Ella. Estuvo con Jesús al comienzo de su ministerio público cuando, en las bodas de Cana, le informó de la precaria situación: "No tienen vino". María lo asistió en su muerte en la cruz y allí se convierte en Madre de todos los creyentes. Al principio de las Actas de los Apóstoles encontramos a María en el Cenáculo, junto con los otros discípulos, orando y esperando la llegada del Espíritu Santo. Para todo carmelita, María está siempre en su propia vida, guiándolo y protegiéndolo en su obsequio a Jesucristo. Por muchos siglos el Escapulario del Carmen ha sintetizado en su significado la relación de los Carmelitas con la Virgen María. El Escapulario constituye una parte del hábito tradicional vestido por los religiosos. Llevar puesto el Escapulario es una señal de consagración a María, la Madre de Dios, y es un símbolo que invita a revestirse de las virtudes de María y aceptar su protección. En la Virgen María los Carmelitas encuentran la imagen perfecta de todo lo que ellos esperan: entrar en una relación íntima con Cristo, estar totalmente abiertos a la voluntad de Dios y dejar que sus vidas sean transformadas por la Palabra de Dios. Los Carmelitas han considerado siempre a María la Patrona de la Orden, de la que se pregona que es Madre y Hermosura. Los Carmelitas viven en intimidad espiritual con ella, de modo que puedan aprender de ella a vivir como hijos de Dios. Elías y María son las figuras inspiradoras para todos los Carmelitas. Tienen un papel importantísimo en la vida y en la espiritualidad de la Orden que se declara perteneciente a María y mira a Elías como a su Padre espiritual.

EL ESCAPULARIO.

La Virgen María ocupa un lugar privilegiado en nuestra historia y desde el principio ha inspirado toda nuestra vida. Su figura impulsa nuestra fidelidad a Cristo y a la Iglesia y da a nuestras comunidades el tono familiar de los hermanos que encuentran su unidad en la mimas Madre. Queremos venerar e imitar a la Virgen de Nazaret, bajo la advocación de Madre del Carmelo, modelo de comunión con Cristo y de servicio a los hombres, ejemplo de vida evangélica, Madre de Cristo y de la Iglesia. Todo esto lo experimentamos también con la devoción del Escapulario, donde reconocemos nuestra pertenencia a María, y revestidos de sus virtudes, reproducimos su imagen en el mundo.

"El Escapulario es signo del amor materno, permanente y estable, de María para con los hermanos y hermanas carmelitas. Siguiendo su tradición, sobre todo a partir del s. XVI, el Carmelo ha expresado la proximidad amorosa de María con el pueblo de Dios mediante la devoción del Escapulario, signo de consagración a ella, vehículo de la agregación de los fieles a la Orden e instrumento popular y eficaz de evangelización."

Un signo de fe y compromiso cristianos.
Bendición e Imposición del Escapulario.
Liturgia de las Horas: 16 de julio.
Lechito Divina: Juan 19,25-27.
Novena a la Virgen del Carmen.
Juan Pablo II: 750 Aniversario del Escapulario.
Juan Pablo II: Audiencia General, 12 de septiembre de 2001.
Superiores Generales O.Carm-OCD: Con María, la Madre de Jesús.
Una presencia amable: María y el Carmelo (en inglés y italiano).

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