sábado, 31 de octubre de 2009

Aspectos esenciales de nuestra vocación.

LA FRATERNIDAD. Los Carmelitas tratan de formar comunidades donde cada uno se sienta aceptado y valorizado no por lo que pudiera ser, sino simplemente por lo que es. Este tipo de comunidad es en sí mismo un testimonio de que el amor de Cristo puede romper las barreras construidas por los hombres y permitir a personas de varias nacionalidades y culturas el vivir juntos en la paz y en la armonía. Los Carmelitas son también conscientes de formar una fraternidad internacional, presente en diversos países del mundo.

EL SERVICIO. Los ermitaños se vieron obligados a abandonar su morada en el Monte Carmelo y a establecerse en Europa. En este nuevo ambiente cambiaron su estilo de vida de ermitaños a religiosos. La diferencia principal es que los religiosos son llamados a servir al pueblo de Dios en el apostolado. Algunas Congregaciones religiosas han sido fundadas para un apostolado específico, pero la Orden del Carmen busca de responder a las necesidades de la Iglesia y del mundo según el tiempo y el lugar. Por este motivo muchos Carmelitas se dedican a las parroquias, escuelas, universidades, centros de retiros espirituales, cárceles, hospitales, etc. El servicio prestado por cada religioso depende de las necesidades de las gentes en medio de las cuales viven y trabajan.

LA CONTEMPLACION. El corazón del carisma carmelitano es la oración y la contemplación. La calidad de la oración determina la calidad de la vida comunitaria y del servicio ofrecido a los otros. La meta final de la vida carmelita es la unión con Cristo. Nosotros tratamos de vivir en la presencia de Dios y de aceptar su voluntad en nosotros. Esto nos obliga a escuchar a Dios que nos habla de varias maneras, pero de modo particular con la Sagrada Escritura. La oración es el modo con el cual nos acercamos a Dios, y al tiempo que crecemos en la amistad con Cristo, nuestra oración se convertirá cada vez más sencilla. Nuestra relación con Cristo nos transforma, nos impele a salir de la cárcel de nuestro egoísmo y a caminar hacia el amor puro por Dios y el prójimo. Somos llamados a conseguir un camino de fe, durante el cual somos purificados de todo aquello que no es Dios, a fin de que podamos revestirnos de Cristo. Hacemos lo posible por responder a la llamada de Dios, pero somos conscientes de que al final, sólo Dios puede cambiar nuestros corazones. Esto nos enseña a esperar pacientemente su venida. En el seguir a Cristo con confianza, nos sirven de inspiración los ejemplos y las virtudes de María, la Madre de Jesús, y del Profeta Elías.

Dado que el carisma se da para provecho del mundo entero, para los Carmelitas la oración y la contemplación no son cuestiones privadas entre el hombre y Dios, sino dones que se deben compartir con el mundo. Por este motivo en la Orden existe una cierta propensión por el ministerio de la oración y de la dirección espiritual. El Carmelita es consciente de que la transformación del corazón humano por parte de Dios puede estar escondida a los ojos de los hombres, pero el resultado final es muy importante para nuestro mundo. El camino de la oración es misterioso y va más allá de la razón humana. La oración nos introduce en el Misterio Ultimo.

El espíritu de oración es la raíz de nuestro carisma en la Iglesia, ser hombres de oración, ser fraternidades orantes. Tenemos necesidad de hacer por medio de la oración una fuerte experiencia de Dios que nos haga testigos cualificados de su palabra ante los hombres. “Todas las que traemos este hábito sagrado del carmen somos llamadas a la oración y contemplación, porque éste fue nuestro principio, de esta casta venimos, de aquellos santos Padres nuestros del Monte Carmelo, que en tan gran soledad y con tanto desprecio de mundo buscaban este tesoro” (Moradas V, 1,2).

ESTRUCTURA. La Orden de los Carmelitas Descalzos (siglas: O.C.D.) está estructurada como las otras Ordenes Mendicantes, y es un instituto religioso de derecho pontificio. Su organización es por tanto la típica de los Mendicantes: un cuerpo único dependiente de un Prepósito General y a cuya base están los conventos locales reunidos en Provincias, Delegaciones Generales, Casas bajo la Inmediata Jurisdicción del Prepósito General. El religioso, ligado a este cuerpo unitario, está disponible para ir a una comunidad local, provincial y general, según la actividad a la que se le destine. El Capítulo de una Provincia, celebrado cada tres años, reúne a sus representantes para elegir al respectivo Superior Provincial y a su Consejo y para decidir sobre las cuestiones más importantes. El Capítulo General, celebrado cada seis años, elige al Prepósito General y a su Consejo, y examina y decide sobre los problemas más relevantes de la Orden. El Prepósito General con los miembros del Consejo General reside en Roma, a la que abandona sólo con ocasión de visitas a las Provincias y a las comunidades de la Orden y de la Familia Carmelita

ESCUDO. La representación del escudo carmelita aparece por primera vez hacia finales del siglo XV, en el 1499, en la cubierta de un libro sobre la vida de San Alberto, carmelita. Allí el símbolo gráfico aparece bajo la forma de un "vexillum" (enseña, estandarte, bandera), que luego fue modificándose en los detalles con el correr de los tiempos, hasta asumir la actual forma de escudo heráldico. No ha existido nunca una explicación oficial del mismo, aunque sí ha tenido varias interpretaciones. Aquí, a continuación, exponemos la interpretación que nos parece más adecuada a tenor de los últimos documentos de la Orden.

En el escudo elegido por nosotros encontramos cinco elementos:

Una montaña estilizada de color marrón, con las laderas redondeadas, y cuya cima se proyecta hacia el cielo. Se refiere al Monte Carmelo, lugar de origen de la Orden del Carmen. El Monte Carmelo se encuentra en Haifa en Israel. En el siglo noveno antes de Cristo, vivió aquí el profeta Elías. En el mismo lugar, a finales del siglo doce después de Cristo, algunos eremitas, inspirados en el profeta Elías se agruparon "para vivir en obsequio de Jesucristo" (Regla Carmelita n. 2).

Tres estrellas de seis puntas, de las cuáles, una es de plata en el centro de la montaña y las otras de oro dispuestas simétricamente en el cielo de color blanco, a la derecha e izquierda de las laderas de la montaña. La estrella inferior representa a los carmelitas todavía en camino hacia la cima del Monte Carmelo, mientras las otras dos estrellas superiores representan a los Carmelitas que han terminado su peregrinación y "han culminado la santa montaña" (Misal Carmelita, 1980, Colecta de la Misa Solemne de la B. Virgen María del Monte Carmelo).

La corona de oro representa el Reino de Dios. Él es el Soberano supremo del Carmelo. En efecto, los Carmelitas tratan de "servirle fielmente con corazón puro y buena conciencia" y tienen por vocación "implantar y robustecer en las almas el reino de Cristo y extenderlo por el ancho mundo" Para cumplir este servicio a Dios los Carmelitas se inspiran en las figuras del profeta Elías y de la Virgen María.

Un brazo con una espada de fuego y una banda con una cita bíblica. El origen eliano de la Orden está simbolizado con el brazo de Elías, teniendo una espada de fuego, y una banda con una inscripción en latín: "Zelo zelatus sum pro Domino Deo exercituum" (Ardo de celo por el Señor Dios de los ejércitos [1 Re 19,10]). El brazo y la espada muestran, también ellos, la pasión ardiente de Elías por el Absoluto de Dios, cuya "palabra ardía como antorcha" (Sir 48,1). Para los Carmelitas "Elías es el profeta solitario que cultiva la sed del único Dios y vive en su presencia". Ellos llevan "la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios" .

Doce estrellas. La índole mariana de la Orden está simbolizada en las doce estrellas que recuerdan la aparición de "una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas" (Apoc 12,1). En la Virgen María, Madre de Dios, "los Carmelitas encuentran la imagen perfecta de todo aquello que desean y esperan ser". Para ellos María es Patrona, Madre y Hermana y ellos son "los hermanos de la Beata Virgen María del Monte Carmelo".

Símbolos añadidos. Los Carmelitas Descalzos le adjuntamos al escudo una cruz en el vértice de la montaña desde el siglo XVII.

lunes, 26 de octubre de 2009

Carisma.

Abrazamos la vida religiosa en amistad y servicio de Jesucristo, a imitación y con el patrocinio de la Virgen María, cuya forma de vida, de fe y sencillez, de unión íntima con Jesús y su causa, constituye para nosotros el modelo interior. Nuestra vocación aspira a la unión con Dios por el camino de la contemplación y del fervor apostólico indisolublemente hermanado, formando una comunidad fraterna, signo de comunión en el mundo. La oración, que es vida de oración y oración de vida, se alimenta con la escucha de la Palabra de Dios y la liturgia y con “los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias” de la Iglesia y de la humanidad. Un camino de fe, esperanza y amor.

El carisma es un don que proviene de Dios y es dado a la Iglesia para el mundo. Puesto que a veces el don se refiere a una Orden Religiosa, se dice que tal don ha sido dado por Dios a un individuo o a un grupo, para una nueva familia religiosa en la Iglesia. Este regalo se transmite por los siglos y se enriquece por cuantos son llamados a vivirlo. El carisma de cada familia religiosa es el modo particular con el cual sus miembros son llamados a seguir a Cristo. Ya que todos los cristianos siguen a Cristo, los carismas tienen muchos elementos comunes, pero el modo con el que se presentan más relevante da a cada grupo religioso su impronta particular. La Iglesia ha invitado a todas las familias religiosas a redescubrir el propio carisma originario y de hacerlo vivo en cualquier cultura y en cualquier tiempo.

El carisma de la Orden del Carmen es el regalo de Dios dado a los primeros ermitaños reunidos junto a la fuente del Profeta Elías en el Monte Carmelo, al final del siglo XIII. La Orden del Carmen no conoce un fundador, pero ha nacido del deseo de aquellos primeros eremitas de vivir en obsequio de Jesucristo con corazón puro y recta conciencia. Ellos pidieron a San Alberto, Patriarca de Jerusalén, que les escribiera para ellos una fórmula de vida (c. 1206 - 1214) en conformidad con su ideal.

La Regla de San Alberto y la experiencia vivida por los Carmelitas, mientras han buscado ser coherentes con ella en varias ocasiones, ha dado una forma definitiva al carisma. Podemos decir que el carisma carmelita se compone de varios elementos. El primero, y el más importante, es el seguimiento de Cristo con dedicación total. Los Carmelitas alcanzan este ideal con la formación de comunidades contemplativas al servicio del pueblo de Dios en medio del cual viven. Por tanto, para todos los Carmelitas la fraternidad, el servicio y la contemplación son los valores esenciales de sus vidas.

miércoles, 21 de octubre de 2009

La Orden Carmelita Hoy.

A partir del Concilio Vaticano II, los Carmelitas han venido reflexionando hondamente sobre su propia identidad, sobre su carisma, sobre aquello que está a la base y constituye su proyecto de vida, a saber "vivir en obsequio de Jesucristo y servirlo fielmente con corazón puro y buena conciencia" (Regla). Han encontrado su obsequio a Cristo empeñándose en la búsqueda del rostro de Dios viviente (dimensión contemplativa), en la fraternidad y el servicio (diakonía) en medio del pueblo. Todo esto, ellos lo ven realizado en la vida del Profeta Elías y de la Virgen María, los cuáles han sido guiados por el Espíritu Santo. Mirando a Elías y a María los Carmelitas se encuentran en una situación fácil para comprender, interiorizar, vivir y anunciar la verdad que hace al hombre libre.

Los Carmelitas, conscientes de su pertenencia a la Iglesia y a la historia, viven en una fraternidad abierta a Dios y al hombre, capaces de escuchar y dar respuesta auténtica de vida evangélica en base a su propio carisma y se empeñan en la construcción del Reino de Dios dondequiera se encuentren. De hecho, ellos están comprometidos con la evangelización en las casas de oración, en los centros de retiros espirituales, en las parroquias, en los santuarios marianos, en las escuelas y colegios, en las asociaciones religiosas; y con la Justicia y Paz en aquellos ambientes donde la dignidad humana todavía es pisoteada, entre los pobres, los marginados, los que sufren.

A este empeño de los Carmelitas, que es vario y vasto, se une la estrecha colaboración de un gran número de comunidades de monjas, Congregaciones de las Hermanas de Vida Apostólica, Laicas de vida consagrada, numerosos grupos de Terceras Ordenes y Cofradías del Santo Escapulario. Todos estos grupos surgidos por el Espíritu a través de los siglos, inspirados en la Regla del Carmelo están íntimamente unidos por el vínculo del amor, de la espiritualidad y de la comunión de bienes espirituales y por tanto, constituyen en la Iglesia la Familia Carmelita.

Actualmente la Orden Carmelita Descalza (rama de religiosos, 3971 miembros en el año 2008) está formada por Provincias presente en más de 69 naciones, distribuidos en 497 conventos y 64 casas más como centros de oración, etc. De esos miembros, 2565 son sacerdotes, 289 hermanos no – clérigos profesos solemnes. En formación tenemos 131 clérigos profesos solemnes y 800 profesos temporales. Los profesos temporales no- clérigos son 37. Los clérigos novicios 194 y los no- clérigos 9. Numéricamente ocupamos el lugar 12º entre los 360 institutos religiosos masculinos de Derecho Pontificio. Son 20 los obispos carmelitas en el mundo y dos arzobispos.

Un dato significativo es que la Orden cuenta con más de 120 casas dedicadas directamente al apostolado de la espiritualidad (Casas de oración, Casas de retiro, Institutos de espiritualidad); pero también las otras formas de apostolado se caracterizan cada vez más en sentido teresiano – sanjuanista.

domingo, 18 de octubre de 2009

Restos del Primer Monasterio Carmelita.

Bien pronto se multiplicaron y florecieron en la ciencia y en la santidad. Con el tiempo se acercaron a los religiosos algunas mujeres, que se transformaron en el 1452 en monjas que vivían en propias comunidades.

En los siglos XV-XVI hubo cierto relajamiento en diversas comunidades, combatido por obra de Priores Generales y por algunas reformas para poner freno a la profusión de abusos y mitigaciones. La más conocida es ciertamente la llevada a cabo en España por Santa Teresa de Jesús para la reforma de las monjas y después de los religiosos, ayudada por San Juan de la Cruz y el P. Jerónimo Gracián. El aspecto más importante de la labor de Santa Teresa es no tanto el haber combatido la mitigación introducida en la vida del Carmelo, cuanto más bien el haber integrado en su proyecto elementos vitales y eclesiales de su época. En el 1592 esta reforma, llamada de los "Carmelitas Descalzos" o "Teresianos" se hizo independiente de la Orden Carmelita y tuvo un gran desarrollo. Se tienen así dos Órdenes del Carmelo: la de "Los Carmelitas", llamados también de la "Antigua Observancia" o "Calzados", y la de "Los Carmelitas Descalzos" o "Teresianos", que consideran a Santa Teresa de Jesús como su reformadora y fundadora.

A pesar de esta división, en los siglos sucesivos la Orden Carmelita continuó su camino espiritual. Numerosos religiosos y religiosas ilustres dieron vida al Carmelo con su espiritualidad y su genio. Grandes avances se dieron también entre los seglares con la institución de la Tercera Orden del Carmen y de las Cofradías del Escapulario del Carmen en varias partes del mundo.

Al inicio de la Revolución Francesa la Orden Carmelita estaba ya establecida en todo el mundo.

jueves, 15 de octubre de 2009

Origen de la Orden.

La Orden de los Carmelitas tiene sus orígenes en el Monte Carmelo, en Palestina, donde, como recuerda el II Libro de los Reyes, el gran Profeta Elías luchó en defensa de la pureza de la fe en el Dios de Israel, venciendo en la lid con los sacerdotes de Baal y donde el mismo Profeta, orando en la soledad, vio aparecer una nubecilla portadora de benéfica lluvia después de la sequía. Desde siempre este monte ha sido considerado el jardín floreciente de Palestina y símbolo de fertilidad y belleza. "Karmel" de hecho significa "jardín".

En el siglo XII (quizás después de la tercera cruzada, 1189-1191) algunos penitentes-peregrinos, provenientes de Europa, se establecieron junto a la "fuente de Elías", en una de las estrechas vaguadas del Monte Carmelo, para vivir en forma eremítica y en la imitación del Profeta Elías su vida cristiana en la misma tierra del Señor Jesucristo. Tanto entonces como después los Carmelitas no reconocieron a ninguno en particular con el título de fundador, permaneciendo fieles al modelo Elías ligado al Carmelo por episodios bíblicos y por la tradición patrística greco-latina, que veía en el Profeta uno de los fundadores de la vida monástica. Habiendo sido construida una pequeña iglesia en medio de las celdas, la dedicaron a María, Madre de Jesús, desarrollando el sentido de pertenencia a la Virgen como la Señora del lugar y como Patrona, y tomaron de ahí el nombre de "Hermanos de Santa María del Monte Carmelo". El Carmelo por este motivo está profundamente ligado a Elías y a María. Del Profeta ha heredado la pasión ardiente por el Dios vivo y verdadero y el deseo de interiorizar la Palabra en el corazón para testimoniar su presencia en el mundo; con María, la Virgen Purísima Madre de Dios, se empeña en vivir "en obsequio de Jesucristo" con los mismos sentimientos de intimidad y profundidad de relación que tuvo María.

Este grupo de ermitaños laicos para tener una cierta estabilidad jurídica se dirigió al Patriarca de Jerusalén, Alberto Avogadro (1150-1214), residente en aquel tiempo en San Juan de Acre, en las cercanías del Monte Carmelo. Este escribió para ellos una norma de vida, entre el 1206-1214. Sucesivas aprobaciones de esta norma de vida por parte de varios papas ayudaron al proceso de transformación del grupo hacia una Orden Religiosa, cosa que aconteció con la aprobación definitiva de tal texto como Regla por Inocencio IV en el 1247. La Orden del Carmelo fue de este modo inserta en la corriente de las Ordenes Mendicantes.

Hacia el 1235, sin embargo, los Carmelitas debieron en parte abandonar el lugar de origen, a causa de las incursiones y persecuciones de los sarracenos, que estaban reconquistando la Tierra Santa, retomándola a los cruzados. Regresaron en general a los países de origen en Europa.

lunes, 12 de octubre de 2009

Laicos, Carmelo Seglar.

Carmelo seglar: unos 40.000 miembros. No podemos olvidar a los miembros del Carmelo Seglar, clérigos y laicos que están unidos, de alguna manera, a la Orden, no sólo por motivos de orden profesional o pastoral, sino para participar de la espiritualidad y de la misión del Carmelo. Además hay más de 63 institutos agregados al Carmelo Teresiano. Desde sus origines, los Carmelitas han ayudado a grupos de laicos a vivir su vida cristiana por medio de la devoción a la Virgen, de la oración y de la caridad. Con el tiempo los grupos más maduros se reunieron en una institución bien organizada, con lazos específicos: la Tercera Orden del Carmen, una verdadera escuela de santidad y de empeño eclesial, con una propia regla. Con carácter más popular y masivo nació la Cofradía del Santo Escapulario, una asociación de devotos de la Virgen, que llevan el Escapulario del Carmen y se comprometen principalmente, en el campo litúrgico y diaconal de la vida cristiana. Hoy la presencia de la espiritualidad carmelita en medio de los laicos comprometidos también se desarrolla con nuevas formas: Institutos seglares, Asociaciones juveniles, Grupos misioneros, Fraternidades evangélicas, Movimientos de oración, Círculos de espiritualidad. Una de las manifestaciones más importantes de esta participación laical en la vida del Carmelo es vestir el Escapulario del Carmen y honrar a la Virgen, especialmente con el título de Nuestra Señora del Carmen. En cada convento de religiosos o monjas y en muchísimas iglesias se venera la imagen de la Virgen del Carmen, principalmente en algunos santuarios muy frecuentados por los fieles.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Monjas.

El nombre de "carmelitas" tiene su origen en el Monte Carmelo, la montaña del profeta Elías, que en la tradición bíblica y patrística significa fecundidad, belleza, generosidad y riqueza de gracia. Todo esto, aplicado a la vida espiritual, es cuanto desean vivir y presentar al mundo de hoy las monjas carmelitas de vida contemplativa. Desde el año 1400 algunas piadosas mujeres, que buscaban una más profunda espiritualidad, quisieron adaptar – el espíritu del Carmelo y su Regla a su condición femenina, bajo la guía de los religiosos. Así nacieron las monjas carmelitas, con la fecha oficial de fundación en el año 1452, en Florencia, siendo conocidas como comunidades orantes, todas dedicadas a la meditación, a la oración, al trabajo y a la penitencia. En Francia se difundieron con rapidez.

El año 1562 Teresa de Jesús inició la famosa reforma "teresiana", con el propósito de conseguir una vida carmelita conforme a la tipología de la vida religiosa que poco después sería propuesta por el Concilio de Trento. Se trataba de una reforma que, como las precedentes y las siguientes, debía permanecer dentro de la gran familia. Pero después de la muerte de Teresa de Jesús, el grupo de "Carmelitas Descalzas" siguió la suerte de los "Carmelitas Descalzos" separándose del tronco originario y constituyéndose en grupo aparte. Las monjas carmelitas son mujeres que han descubierto el valor absoluto del Reino de Dios, y desean hacerlo ya realidad en sus monasterios, como fraternidades orantes al servicio de la Iglesia. Se comprometen a vivir en íntima unión con Jesús, Dios y hombre, para realizar hoy el proyecto de Dios sobre la humanidad. Pretenden ser un signo visible de la unión de Dios con el mundo. Lo llevan a la práctica según el espíritu del Carmelo, fecundando el mundo con la vivencia de la presencia de Dios, alabándolo permanentemente, mostrando su belleza imperecedera y su inagotable riqueza de gracias y de buenas obras para quienes lo sirven con generosidad. Las carmelitas muestran la alegría de servir al Señor y vivir en su presencia amorosa todos los días. En definitiva, ellas hacen realidad la certeza de que Dios nos ama y a El entregan su vida y su amor total. Quieren vivir como la Virgen María, abiertas a la voluntad de Dios y proclamando su amor.

Como la Iglesia y demás las Órdenes Religiosas, ellas mantienen la fidelidad al carisma carmelita, sufrido los avatares de la historia. Han renovado sus Constituciones según el espíritu del Concilio Vaticano II, y hoy son casi unas 10.226 religiosas y viven en unos 821 monasterios de todo el mundo. Siguiendo las recomendaciones de la Iglesia en tiempos, algunos monasterios se han agrupado para formar Federaciones de monasterios con Estatutos propios. La Federación es un medio importante para comunicarse mejor, para llevar a cabo la formación inicial y permanente, para compartir las ayudas en todas las necesidades para cumplir mejor su misión y para vivir de manera más fraternal. Las carmelitas descalzas tienen unos 821 monasterios, de ellos 776 con 10.226 religiosas habían optado por las constituciones de 1991; 126 optaron por las constituciones de 1990 y 9 optaron por las de l990 pero con algunos números de las del 91.

Frailes.

La Orden de los Carmelitas, reconocida por la Iglesia entre los Institutos clericales, está compuesta por religiosos que, profesando los tres votos de obediencia, pobreza y castidad, tienen un fin común: vivir la vida consagrada según el espíritu del Carmelo.

La Orden está estructurada en Provincias, Territorios Autónomos y conventos sometidos a la inmediata jurisdicción del Prepósito General. En cada entidad existen casas de formación, según las etapas del camino del formando. El prenoviciado: Generalmente dura de seis meses a un año. El noviciado: Normalmente dura un año, al término del cuál se emite la profesión religiosa. El estudiantado: Es el período en el cuál el candidato intensifica y profundiza su experiencia del seguimiento de Cristo en la Orden y en la Iglesia. Comprende los estudios filosófico-teológicos y la especialización en las varias ciencias, la formación a los diversos ministerios eclesiales y específicos de la Orden y la preparación de los que son presentados como candidatos al sacerdocio.

domingo, 4 de octubre de 2009

Familia Carmelitana.

La multiforme encarnación del carisma del Carmelo es para nosotros motivo de alegría y confirmación de una fecundidad creadora, vivida bajo el impulso del Espíritu, que hay que acoger con gratitud y discernimiento. Todas las personas y grupos, institucionales o no, que se inspiran en la Regla de San Alberto, en su tradición y en los valores expresados en la espiritualidad carmelita constituyen en la Iglesia la Familia Carmelitana.

Tales somos nosotros y nuestros hermanos de la Antigua Observancia, las monjas de una y otra rama, las congregaciones religiosas agregadas, las Terceras Órdenes seculares, los institutos seculares, los asociados a la Orden por medio del santo Escapulario y los que, por cualquier otro título o vínculo, gozan de la agregación a la Orden y aquellos movimientos que, si bien jurídicamente no forman parte de ella, buscan inspiración y apoyo en su espiritualidad, al igual que todo hombre y mujer que se siente atraído por los valores vividos en el Carmelo.

“Vivir en obsequio de Jesucristo y servirle fielmente con corazón puro y buena conciencia”: esta frase de inspiración paulina es la matriz de todos los componentes de nuestro carisma y la base sobre la que Alberto construyó nuestro proyecto de vida. El peculiar contexto palestino de los orígenes y la aprobación de la Orden en su evolución histórica por parte de la Sede Apostólica han enriquecido con nuevos sentidos inspiradores la fórmula de vida de la Regla. Los Carmelitas viven su obsequio de Jesucristo, comprometiéndose en la búsqueda del rostro del Dios vivo (dimensión contemplativa de la vida), en la fraternidad y en el servicio (diakonía) en medio del pueblo.