sábado, 31 de octubre de 2009

Aspectos esenciales de nuestra vocación.

LA FRATERNIDAD. Los Carmelitas tratan de formar comunidades donde cada uno se sienta aceptado y valorizado no por lo que pudiera ser, sino simplemente por lo que es. Este tipo de comunidad es en sí mismo un testimonio de que el amor de Cristo puede romper las barreras construidas por los hombres y permitir a personas de varias nacionalidades y culturas el vivir juntos en la paz y en la armonía. Los Carmelitas son también conscientes de formar una fraternidad internacional, presente en diversos países del mundo.

EL SERVICIO. Los ermitaños se vieron obligados a abandonar su morada en el Monte Carmelo y a establecerse en Europa. En este nuevo ambiente cambiaron su estilo de vida de ermitaños a religiosos. La diferencia principal es que los religiosos son llamados a servir al pueblo de Dios en el apostolado. Algunas Congregaciones religiosas han sido fundadas para un apostolado específico, pero la Orden del Carmen busca de responder a las necesidades de la Iglesia y del mundo según el tiempo y el lugar. Por este motivo muchos Carmelitas se dedican a las parroquias, escuelas, universidades, centros de retiros espirituales, cárceles, hospitales, etc. El servicio prestado por cada religioso depende de las necesidades de las gentes en medio de las cuales viven y trabajan.

LA CONTEMPLACION. El corazón del carisma carmelitano es la oración y la contemplación. La calidad de la oración determina la calidad de la vida comunitaria y del servicio ofrecido a los otros. La meta final de la vida carmelita es la unión con Cristo. Nosotros tratamos de vivir en la presencia de Dios y de aceptar su voluntad en nosotros. Esto nos obliga a escuchar a Dios que nos habla de varias maneras, pero de modo particular con la Sagrada Escritura. La oración es el modo con el cual nos acercamos a Dios, y al tiempo que crecemos en la amistad con Cristo, nuestra oración se convertirá cada vez más sencilla. Nuestra relación con Cristo nos transforma, nos impele a salir de la cárcel de nuestro egoísmo y a caminar hacia el amor puro por Dios y el prójimo. Somos llamados a conseguir un camino de fe, durante el cual somos purificados de todo aquello que no es Dios, a fin de que podamos revestirnos de Cristo. Hacemos lo posible por responder a la llamada de Dios, pero somos conscientes de que al final, sólo Dios puede cambiar nuestros corazones. Esto nos enseña a esperar pacientemente su venida. En el seguir a Cristo con confianza, nos sirven de inspiración los ejemplos y las virtudes de María, la Madre de Jesús, y del Profeta Elías.

Dado que el carisma se da para provecho del mundo entero, para los Carmelitas la oración y la contemplación no son cuestiones privadas entre el hombre y Dios, sino dones que se deben compartir con el mundo. Por este motivo en la Orden existe una cierta propensión por el ministerio de la oración y de la dirección espiritual. El Carmelita es consciente de que la transformación del corazón humano por parte de Dios puede estar escondida a los ojos de los hombres, pero el resultado final es muy importante para nuestro mundo. El camino de la oración es misterioso y va más allá de la razón humana. La oración nos introduce en el Misterio Ultimo.

El espíritu de oración es la raíz de nuestro carisma en la Iglesia, ser hombres de oración, ser fraternidades orantes. Tenemos necesidad de hacer por medio de la oración una fuerte experiencia de Dios que nos haga testigos cualificados de su palabra ante los hombres. “Todas las que traemos este hábito sagrado del carmen somos llamadas a la oración y contemplación, porque éste fue nuestro principio, de esta casta venimos, de aquellos santos Padres nuestros del Monte Carmelo, que en tan gran soledad y con tanto desprecio de mundo buscaban este tesoro” (Moradas V, 1,2).

ESTRUCTURA. La Orden de los Carmelitas Descalzos (siglas: O.C.D.) está estructurada como las otras Ordenes Mendicantes, y es un instituto religioso de derecho pontificio. Su organización es por tanto la típica de los Mendicantes: un cuerpo único dependiente de un Prepósito General y a cuya base están los conventos locales reunidos en Provincias, Delegaciones Generales, Casas bajo la Inmediata Jurisdicción del Prepósito General. El religioso, ligado a este cuerpo unitario, está disponible para ir a una comunidad local, provincial y general, según la actividad a la que se le destine. El Capítulo de una Provincia, celebrado cada tres años, reúne a sus representantes para elegir al respectivo Superior Provincial y a su Consejo y para decidir sobre las cuestiones más importantes. El Capítulo General, celebrado cada seis años, elige al Prepósito General y a su Consejo, y examina y decide sobre los problemas más relevantes de la Orden. El Prepósito General con los miembros del Consejo General reside en Roma, a la que abandona sólo con ocasión de visitas a las Provincias y a las comunidades de la Orden y de la Familia Carmelita

ESCUDO. La representación del escudo carmelita aparece por primera vez hacia finales del siglo XV, en el 1499, en la cubierta de un libro sobre la vida de San Alberto, carmelita. Allí el símbolo gráfico aparece bajo la forma de un "vexillum" (enseña, estandarte, bandera), que luego fue modificándose en los detalles con el correr de los tiempos, hasta asumir la actual forma de escudo heráldico. No ha existido nunca una explicación oficial del mismo, aunque sí ha tenido varias interpretaciones. Aquí, a continuación, exponemos la interpretación que nos parece más adecuada a tenor de los últimos documentos de la Orden.

En el escudo elegido por nosotros encontramos cinco elementos:

Una montaña estilizada de color marrón, con las laderas redondeadas, y cuya cima se proyecta hacia el cielo. Se refiere al Monte Carmelo, lugar de origen de la Orden del Carmen. El Monte Carmelo se encuentra en Haifa en Israel. En el siglo noveno antes de Cristo, vivió aquí el profeta Elías. En el mismo lugar, a finales del siglo doce después de Cristo, algunos eremitas, inspirados en el profeta Elías se agruparon "para vivir en obsequio de Jesucristo" (Regla Carmelita n. 2).

Tres estrellas de seis puntas, de las cuáles, una es de plata en el centro de la montaña y las otras de oro dispuestas simétricamente en el cielo de color blanco, a la derecha e izquierda de las laderas de la montaña. La estrella inferior representa a los carmelitas todavía en camino hacia la cima del Monte Carmelo, mientras las otras dos estrellas superiores representan a los Carmelitas que han terminado su peregrinación y "han culminado la santa montaña" (Misal Carmelita, 1980, Colecta de la Misa Solemne de la B. Virgen María del Monte Carmelo).

La corona de oro representa el Reino de Dios. Él es el Soberano supremo del Carmelo. En efecto, los Carmelitas tratan de "servirle fielmente con corazón puro y buena conciencia" y tienen por vocación "implantar y robustecer en las almas el reino de Cristo y extenderlo por el ancho mundo" Para cumplir este servicio a Dios los Carmelitas se inspiran en las figuras del profeta Elías y de la Virgen María.

Un brazo con una espada de fuego y una banda con una cita bíblica. El origen eliano de la Orden está simbolizado con el brazo de Elías, teniendo una espada de fuego, y una banda con una inscripción en latín: "Zelo zelatus sum pro Domino Deo exercituum" (Ardo de celo por el Señor Dios de los ejércitos [1 Re 19,10]). El brazo y la espada muestran, también ellos, la pasión ardiente de Elías por el Absoluto de Dios, cuya "palabra ardía como antorcha" (Sir 48,1). Para los Carmelitas "Elías es el profeta solitario que cultiva la sed del único Dios y vive en su presencia". Ellos llevan "la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios" .

Doce estrellas. La índole mariana de la Orden está simbolizada en las doce estrellas que recuerdan la aparición de "una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas" (Apoc 12,1). En la Virgen María, Madre de Dios, "los Carmelitas encuentran la imagen perfecta de todo aquello que desean y esperan ser". Para ellos María es Patrona, Madre y Hermana y ellos son "los hermanos de la Beata Virgen María del Monte Carmelo".

Símbolos añadidos. Los Carmelitas Descalzos le adjuntamos al escudo una cruz en el vértice de la montaña desde el siglo XVII.

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